viernes, 5 de octubre de 2012

Máquina de Escribir

La tarde estaba especialmente calurosa, la oficina estaba vacía, callada, aburrida, Pablo estaba solo. Llevaba horas sentado detrás de su viejo escritorio, las fotos de Allende en la pared lo miraban, y el tic-tac del reloj lo apuraba. Sabía que había algo más, lo sabía como sabía que Almendra lo estaría esperando en la esquina. ¿Cómo decirlo? Ese era el problema. No era periodista ni estudiaba eso, no tenía las herramientas para poder decir lo que sabía y tenía que decir.

Almendra lo esperaba apoyada en el mismo árbol de siempre, le sonrió, Pablo le acaricio el rostro,

-¿Qué te pasa? Le preguntó.

-Soy muy cuadrado, respondió Pablo. Si las cosas no me calzan en una hoja y se ven perfectamente ordenadas, no me gustan, las arrugo y las boto.

-¿Aún quieres escribir Pablo?

- Más que nunca Almedra, pero no puedo, no me sale. Es tanto lo que tengo decir y no sé cómo mierda hacerlo. Si escribir si hiciese con números todo sería distinto.

-Y si yo lo escribo por ti. Le dijo Almendra.

-Pero es que esto tiene que ser mio cachay. Tiene que tener mi sello.

-¿Y quién te dice que no lo va a tener? Tú me dices lo que quieres ir poniendo y lo escribo. Si tu problema es el orden.

La casa de Almendra se veía mucho más acogedora que la oficina de Pablo, ya no hacía el calor de la tarde y no sentía los ojos clavados de un político.

-Ya Pablo, tengo lista la máquina de escribir. Empieza.

-Dale… No quiero que parta con había una vez… quiero que empiece con… Todo es mentira. Tantos años de independencia y Chile sigue siendo una mierda. La misma mierda que fue en la que vivió Lautaro, la seguimos pisando nosotros.

-Tan rudo Pablo, relájate un poquito. Máquina de Escribir.

-Ya po’ tu solo ibas a escribir.

-Sí, eso hago, solo que estás como enojado.

-Pero Almendra, ¿Cómo no estarlo? Cuántas cosas has vivido, cuántas cosas ha vivido el país, Cuántos muertos hay, cuántas familias aún siguen en búsqueda. Si ni Arturo Prat salto por defender el honor de Chile. Se tiró el mar porque estaba cagao’ de miedo. ¿Y sabí’ por qué pasa esta hueva Almendra?

-Si sé. Porque somos pobres, porque nos mientes, porque nos llenan las cabezas con colores rosas, porque no tenemos poder….-Dijo Almendra como si ya se supiese el discurso de memoria.

-¡Exacto! Porque no tenemos poder, porque no podemos acceder a los archivos, a las verdaderas historias, porque la historia de Chile es un invento que han hecho los poderosos, para que nosotros los simples mortales seamos felices.

-Pero Pablo, tu sabes las verdad, no te dejes llevar por la euforia que te provoca el tema y escribe, no como una noticia, no como una crónica. Crea de nuevo la historia,  un lugar, personajes, emociones. Crea una obra.

El silencio que ahora llenaba la casa, era enorme, ni los ladridos de los perros podían llenarlo. Pablo salió de la cocina con dos tazones de café. Se sentó al lado de Almendra, le acarició la espalda y empezó…

-No recuerdo cuándo fue, sé que en algún lado están escritas las fechas, pero yo no recuerdo cuándo fue…

Almendra escribía. El silencio había sido llenado por la voz de Pablo y click de la máquina de escribir. El café de había acabado y el frío empezaba a entrar.

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